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Pensamientos y sentimientos nocivos para tu salud, conócelos



¿Les ha pasado que, tras un examen para el que se esforzaron y creían estar preparados, no recibieron la calificación que esperaban y entonces se sintieron invadidos por pensamientos de inferioridad o fracaso, cuando hace apenas unos minutos se sentían seguros y felices de sus logros? Bueno, estos pensamientos y juicios equivocados sobre nosotros son conocidos por algunos como los monstruos de nuestra cabeza. Y el primer paso para eliminarlos es reconocerlos.


Las distorsiones cognitivas se tratan de fallas en el razonamiento o procesamiento que realiza nuestro cerebro a partir de información percibida, ignorando, sobreanalizando o, en general, interpretando de forma errónea un hecho. Estas falsas imágenes de la realidad afectan nuestro estado de ánimo y pueden llegar a deteriorar nuestra salud mental.


Estas son algunas de las distorsiones más comunes:


Pensamiento todo o nada: Ocurre cuando percibes las cosas como categorías absolutas, es decir, nuestra lógica no admite excepciones o pequeños errores, así si no ganamos el primer puesto u obtenemos la victoria total, nos sentimos como completos perdedores.


Generalización excesiva: Pasa cuando asumimos que, tras varios errores seguidos o malos comentarios de algunas personas, jamás alcanzaremos el éxito o que todo el mundo piensa así de nosotros.


Filtro mental: Ocurre cuando nos enfocamos solamente en el error que cometimos ignorando todos nuestros logros previos.


Descontar lo positivo: Consiste en negar o ignorar nuestros aspectos positivos.


Saltar a conclusiones: Sucede cuando llegamos a conclusiones negativas que no tienen ningún fundamento. Por ejemplo: adelantarnos a los pensamientos de otros, asumir que las personas nos odian sin conocer sus juicios, o cuando creemos que nos va a ir mal en una prueba o emprendimiento antes de que ocurra.


Magnificación y minimización: Ocurre cuando le añadimos (defectos) o restamos (virtudes) importancia a ciertas cualidades de forma desproporcionada. Por ejemplo, creemos que somos demasiado inútiles o buenos, pero no lo suficiente.


Razonamiento emocional: Es aquel juicio a través del cual, en base a las emociones, asumimos que si nos sentimos ansiosos es porque estamos en peligro o si nos sentimos inferiores es porque lo somos.


Afirmaciones del tipo «debería»: Se trata de enunciados del tipo: «deberías», «no deberías», «tendría que», «no tendría que», etc. Estas frases solo contribuyen a que sientas más inseguridad e inconformidad contigo mismo, asignándote culpa o responsabilidad sobre cuestiones que son propias de ti. Por ejemplo: «Debería ser más sociable, ¿qué pasa conmigo?».


Inculpación: Se trata de un juicio que se traduce en una práctica bastante nociva para la comunicación con uno mismo y con los demás. Consiste en enfocarse en asignar culpa, más que indagar en las causas o las soluciones de un problema. Se clasifican en función de en quien recae la culpa. Si es sobre nosotros mismos, se denomina autoinculpación, la cual consiste en atormentarnos y castigarnos con frases negativas e insultos ante el más pequeño error. Y es inculpación de los demás cuando creemos que nuestro entorno siempre tiene la culpa de lo que nos ocurre, negando cualquier tipo de responsabilidad personal.

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